Desde fines de los 80 hasta casi el 2002, trabaje para las principales Discos de Buenos Aires y algunas del Interior, en el arte de sus fiestas. Ave Porco, La Morocha, Jupiter, Clubland, Pacha, Condon Club, El Dorado, El Moroco, Y2k, Club La Ideal, Liquid, Costa Salguero, entre otras. Llamándome la atención que mucha gente atesoraba las tarjetas como si fuesen objetos. Las tarjetas que figuran en este catálogo fueron prestadas por muchos RRPP y cluber's de esas Discos.

Los 90s  Por Alejandro Seselosky

 

Mientras duró el hechizo, que es la forma cariñosa de llamar a la estafa, fuimos felices. Mientras duró el encantamiento de depositar un peso en tu caja de ahorro y sacar un dólar del cajero automático, fuimos un montón de personitas con el ánimo en alza y ganas de curtir la noche. Mientras duró el timo, el artificio, mientras duró la verdad de la mentira, estuvimos hechos de unas ganas locas, decididas ganas de no despertar.

Teníamos 25 años y ganábamos ochocientos pesos, mil. Y con eso más una ayudita de tus viejos te alcanzaba para una semanita en Nueva York siempre que te bancaras compartir los baños de la YMCA. Y un pueblo embaucado, hasta que despierta, es un pueblo que, de noche, la rompe.

Por eso el Morocco, donde se cruzaba el pulso en contradicción de la ciudad y su fulgor: la Drag queen y el Secretario de Estado se emparejaban en sus baños donde compartían mismo reviente, misma disolución.

Por eso el Dorado, con su cotolengo-glam, su lumpen-hedonismo.

Por eso Ave Porco con su cerdo volador que te recibía de movida y todo explotada de kitsch, de efervescencia clase B, del carisma que solo es posible mediante un ardor del bajo presupuesto.

Por eso Nave Jungla y el oxímoron de sus enanos patovicas.

Por eso las tarjetas de Jorge y sus alias, Dg Khabuby DG Farlonga, DG Mango y asi podemos pasar la noche enumerando. La Noche tenía su arte, su impronta, su marca, kitsch, fluo, dorado, tecno, minimalista, nadie podía imaginar que de una sola cabeza desborda tanta locura, tanta creatividad.

Los noventas nos hundieron a todos dentro de la misma carpa y un día nos creímos el sueño del consumo voraz. Hasta que lo supimos, todos estuvimos dentro de la misma fiesta. Y en Buenos Aires la fiesta es la fiesta de la noche y su goce. No quedó nada de aquello, sólo una memoria del goce con la que, cada tanto, nos volvemos a mirar el ombligo de una persistencia: la de lo bien que la pasamos hasta despertar.

 

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Desde fines de los 80 hasta casi el 2002, trabaje para las principales Discos de Buenos Aires y algunas del Interior, en el arte de sus fiestas. Ave Porco, La Morocha, Jupiter, Clubland, Pacha, Condon Club, El Dorado, El Moroco, Y2k, Club La Ideal, Liquid, Costa Salguero, entre otras. Llamándome la atención que mucha gente atesoraba las tarjetas como si fuesen objetos. Las tarjetas que figuran en este catálogo fueron prestadas por muchos RRPP y cluber's de esas Discos.

Los 90s  Por Alejandro Seselosky

 

Mientras duró el hechizo, que es la forma cariñosa de llamar a la estafa, fuimos felices. Mientras duró el encantamiento de depositar un peso en tu caja de ahorro y sacar un dólar del cajero automático, fuimos un montón de personitas con el ánimo en alza y ganas de curtir la noche. Mientras duró el timo, el artificio, mientras duró la verdad de la mentira, estuvimos hechos de unas ganas locas, decididas ganas de no despertar.

Teníamos 25 años y ganábamos ochocientos pesos, mil. Y con eso más una ayudita de tus viejos te alcanzaba para una semanita en Nueva York siempre que te bancaras compartir los baños de la YMCA. Y un pueblo embaucado, hasta que despierta, es un pueblo que, de noche, la rompe.

Por eso el Morocco, donde se cruzaba el pulso en contradicción de la ciudad y su fulgor: la Drag queen y el Secretario de Estado se emparejaban en sus baños donde compartían mismo reviente, misma disolución.

Por eso el Dorado, con su cotolengo-glam, su lumpen-hedonismo.

Por eso Ave Porco con su cerdo volador que te recibía de movida y todo explotada de kitsch, de efervescencia clase B, del carisma que solo es posible mediante un ardor del bajo presupuesto.

Por eso Nave Jungla y el oxímoron de sus enanos patovicas.

Por eso las tarjetas de Jorge y sus alias, dg Khabuby DG Farlonga, DG Mango y asi podemos pasar la noche enumerando. La Noche tenía su arte, su impronta, su marca, kitsch, fluo, dorado, tecno, minimalista, nadie podía imaginar que de una sola cabeza desborda tanta locura, tanta creatividad.

Los noventas nos hundieron a todos dentro de la misma carpa y un día nos creímos el sueño del consumo voraz. Hasta que lo supimos, todos estuvimos dentro de la misma fiesta. Y en Buenos Aires la fiesta es la fiesta de la noche y su goce. No quedó nada de aquello, sólo una memoria del goce con la que, cada tanto, nos volvemos a mirar el ombligo de una persistencia: la de lo bien que la pasamos hasta despertar.

 

Desde fines de los 80 hasta casi el 2002, trabaje para las principales Discos de Buenos Aires y algunas del Interior, en el arte de sus fiestas. Ave Porco, La Morocha, Jupiter, Clubland, Pacha, Condon Club, El Dorado, El Moroco, Y2k, Club La Ideal, Liquid, Costa Salguero, entre otras. Llamándome la atención que mucha gente atesoraba las tarjetas como si fuesen objetos. Las tarjetas que figuran en este catálogo fueron prestadas por muchos RRPP y cluber's de esas Discos.

Desde fines de los 80 hasta casi el 2002, trabaje para las principales Discos de Buenos Aires y algunas del Interior, en el arte de sus fiestas. Ave Porco, La Morocha, Jupiter, Clubland, Pacha, Condon Club, El Dorado, El Moroco, Y2k, Club La Ideal, Liquid, Costa Salguero, entre otras. Llamándome la atención que mucha gente atesoraba las tarjetas como si fuesen objetos. Las tarjetas que figuran en este catálogo fueron prestadas por muchos RRPP y cluber's de esas Discos.

Los 90s  Por Alejandro Seselosky

 

Mientras duró el hechizo, que es la forma cariñosa de llamar a la estafa, fuimos felices. Mientras duró el encantamiento de depositar un peso en tu caja de ahorro y sacar un dólar del cajero automático, fuimos un montón de personitas con el ánimo en alza y ganas de curtir la noche. Mientras duró el timo, el artificio, mientras duró la verdad de la mentira, estuvimos hechos de unas ganas locas, decididas ganas de no despertar.

Teníamos 25 años y ganábamos ochocientos pesos, mil. Y con eso más una ayudita de tus viejos te alcanzaba para una semanita en Nueva York siempre que te bancaras compartir los baños de la YMCA. Y un pueblo embaucado, hasta que despierta, es un pueblo que, de noche, la rompe.

Por eso el Morocco, donde se cruzaba el pulso en contradicción de la ciudad y su fulgor: la Drag queen y el Secretario de Estado se emparejaban en sus baños donde compartían mismo reviente, misma disolución.

Por eso el Dorado, con su cotolengo-glam, su lumpen-hedonismo.

Por eso Ave Porco con su cerdo volador que te recibía de movida y todo explotada de kitsch, de efervescencia clase B, del carisma que solo es posible mediante un ardor del bajo presupuesto.

Por eso Nave Jungla y el oxímoron de sus enanos patovicas.

Por eso las tarjetas de Jorge y sus alias, Dg Khabuby DG Farlonga, DG Mango y asi podemos pasar la noche enumerando. La Noche tenía su arte, su impronta, su marca, kitsch, fluo, dorado, tecno, minimalista, nadie podía imaginar que de una sola cabeza desborda tanta locura, tanta creatividad.

Los noventas nos hundieron a todos dentro de la misma carpa y un día nos creímos el sueño del consumo voraz. Hasta que lo supimos, todos estuvimos dentro de la misma fiesta. Y en Buenos Aires la fiesta es la fiesta de la noche y su goce. No quedó nada de aquello, sólo una memoria del goce con la que, cada tanto, nos volvemos a mirar el ombligo de una persistencia: la de lo bien que la pasamos hasta despertar.

 

Desde fines de los 80 hasta casi el 2002, trabaje para las principales Discos de Buenos Aires y algunas del Interior, en el arte de sus fiestas. Ave Porco, La Morocha, Jupiter, Clubland, Pacha, Condon Club, El Dorado, El Moroco, Y2k, Club La Ideal, Liquid, Costa Salguero, entre otras. Llamándome la atención que mucha gente atesoraba las tarjetas como si fuesen objetos. Las tarjetas que figuran en este catálogo fueron prestadas por muchos RRPP y cluber's de esas Discos.

Los 90s  Por Alejandro Seselosky

 

Mientras duró el hechizo, que es la forma cariñosa de llamar a la estafa, fuimos felices. Mientras duró el encantamiento de depositar un peso en tu caja de ahorro y sacar un dólar del cajero automático, fuimos un montón de personitas con el ánimo en alza y ganas de curtir la noche. Mientras duró el timo, el artificio, mientras duró la verdad de la mentira, estuvimos hechos de unas ganas locas, decididas ganas de no despertar.

Teníamos 25 años y ganábamos ochocientos pesos, mil. Y con eso más una ayudita de tus viejos te alcanzaba para una semanita en Nueva York siempre que te bancaras compartir los baños de la YMCA. Y un pueblo embaucado, hasta que despierta, es un pueblo que, de noche, la rompe.

Por eso el Morocco, donde se cruzaba el pulso en contradicción de la ciudad y su fulgor: la Drag queen y el Secretario de Estado se emparejaban en sus baños donde compartían mismo reviente, misma disolución.

Por eso el Dorado, con su cotolengo-glam, su lumpen-hedonismo.

Por eso Ave Porco con su cerdo volador que te recibía de movida y todo explotada de kitsch, de efervescencia clase B, del carisma que solo es posible mediante un ardor del bajo presupuesto.

Por eso Nave Jungla y el oxímoron de sus enanos patovicas.

Por eso las tarjetas de Jorge y sus alias, Dg Khabuby DG Farlonga, DG Mango y asi podemos pasar la noche enumerando. La Noche tenía su arte, su impronta, su marca, kitsch, fluo, dorado, tecno, minimalista, nadie podía imaginar que de una sola cabeza desborda tanta locura, tanta creatividad.

Los noventas nos hundieron a todos dentro de la misma carpa y un día nos creímos el sueño del consumo voraz. Hasta que lo supimos, todos estuvimos dentro de la misma fiesta. Y en Buenos Aires la fiesta es la fiesta de la noche y su goce. No quedó nada de aquello, sólo una memoria del goce con la que, cada tanto, nos volvemos a mirar el ombligo de una persistencia: la de lo bien que la pasamos hasta despertar.

 

Desde fines de los 80 hasta casi el 2002, trabaje para las principales Discos de Buenos Aires y algunas del Interior, en el arte de sus fiestas. Ave Porco, La Morocha, Jupiter, Clubland, Pacha, Condon Club, El Dorado, El Moroco, Y2k, Club La Ideal, Liquid, Costa Salguero, entre otras. Llamándome la atención que mucha gente atesoraba las tarjetas como si fuesen objetos. Las tarjetas que figuran en este catálogo fueron prestadas por muchos RRPP y cluber's de esas Discos.

Los 90s  Por Alejandro Seselosky

 

Mientras duró el hechizo, que es la forma cariñosa de llamar a la estafa, fuimos felices. Mientras duró el encantamiento de depositar un peso en tu caja de ahorro y sacar un dólar del cajero automático, fuimos un montón de personitas con el ánimo en alza y ganas de curtir la noche. Mientras duró el timo, el artificio, mientras duró la verdad de la mentira, estuvimos hechos de unas ganas locas, decididas ganas de no despertar.

Teníamos 25 años y ganábamos ochocientos pesos, mil. Y con eso más una ayudita de tus viejos te alcanzaba para una semanita en Nueva York siempre que te bancaras compartir los baños de la YMCA. Y un pueblo embaucado, hasta que despierta, es un pueblo que, de noche, la rompe.

Por eso el Morocco, donde se cruzaba el pulso en contradicción de la ciudad y su fulgor: la Drag queen y el Secretario de Estado se emparejaban en sus baños donde compartían mismo reviente, misma disolución.

Por eso el Dorado, con su cotolengo-glam, su lumpen-hedonismo.

Por eso Ave Porco con su cerdo volador que te recibía de movida y todo explotada de kitsch, de efervescencia clase B, del carisma que solo es posible mediante un ardor del bajo presupuesto.

Por eso Nave Jungla y el oxímoron de sus enanos patovicas.

Por eso las tarjetas de Jorge y sus alias, Dg Khabuby DG Farlonga, DG Mango y asi podemos pasar la noche enumerando. La Noche tenía su arte, su impronta, su marca, kitsch, fluo, dorado, tecno, minimalista, nadie podía imaginar que de una sola cabeza desborda tanta locura, tanta creatividad.

Los noventas nos hundieron a todos dentro de la misma carpa y un día nos creímos el sueño del consumo voraz. Hasta que lo supimos, todos estuvimos dentro de la misma fiesta. Y en Buenos Aires la fiesta es la fiesta de la noche y su goce. No quedó nada de aquello, sólo una memoria del goce con la que, cada tanto, nos volvemos a mirar el ombligo de una persistencia: la de lo bien que la pasamos hasta despertar.