Una misión más que tenemos que afrontar, una misión más para salvar nuestro mundo.
Aún recuerdo ese tiempo, no muy lejano, donde nos movíamos casi al borde, donde cada día era eterno y la noche un justificativo para recargar nuestras baterías y prepararnos para vivir millones de aventuras excitantes en lugares plagados de peligros, con la muerte acechándonos en cada esquina, y todo eso solo por el placer de hacerlo sin esperar una moneda a cambio.
Sentado frente al teclado viene a mi memoria una mañana gris, media lluviosa y bastante fría, una típica mañana otoñal, como aquellas por las que valía la pena faltar al colegio.
Al borde de la lancha planificábamos entre todos la misión, queríamos estar tranquilos en el fondo, desactivar minas y bombas no es una labor de bricolaje. Daniel mi hermano del medio y pareja de buceo se aprestaba a calzarse el visor mientras Luis nuestro hermano menor me alcanzaba las patas de rana, él se quedaría en la lancha para monitorear todo el operativo, chequeamos todo y descendimos.
La visibilidad en el fondo no era muy buena, el cielo tampoco ayudaba.
A medida que avanzábamos en la búsqueda de nuestro objetivo, el océano nos iba presentando de a poco a sus fieles guardianes, los martillos se mostraban en grupo amenazantes, un tiburón tigre quiso marcarnos el territorio, estábamos ansiosos por estrenar nuestros rifles submarinos e intentar demostrarle a la naturaleza que la tecnología es más fuerte que siglos de evolución.
Lograr ubicar los explosivos dentro de la corbeta no nos llevó mucho tiempo, habíamos conseguido los diseños de la corbeta y lograr memorizar cada tunel cada pasillo, del barco. En la sala de torpedos, nos esperaba nuestro premio a meses de investigación, los torpedos y ojivas estaban intactas a simple vista y en el mercado negro su precio era incalculable.
Solo debíamos cuidar que el mar y el infaltable fantasma del capitán no cobre nuestras vidas como la de tantos otros buzos mercenarios, la sala de explosivos aún guardaba todo su poderio, tambien eran el lugar donde ellos acomodan sus trofeos.
Una vez instalados procedemos a encender nuestros sopletes para desarticular las piezas, con extremo cuidado comenzamos a desenroscar las cabezas de los explosivos, aún hoy no sé si fue el topetazo de un tiburón o quizás un intento del fantasma por cobrarse una vida más que hizo que un explosivo patine por mi mano, con suerte lo pude recuperar antes de que esta toque el suelo y volásemos por los aires.
Recibí una seña de que alguien se acercaba y corría peligro nuestra misión. La operación duró menos tiempo del planeado, decidimos subir a superficie y volver mas a la noche, donde la guardia marina no patrulla la costa.
Fue cuando asomamos la cabeza saliendo del mar que nuestra madre ingresó a nuestro cuarto con una mamadera para Luis, que seguía mirando a sus hermanos en pijamas arrastrarse por el piso, sin aún comprender qué significaba todo eso.
Ayer éramos astronautas, vaqueros, piratas, hoy somos ingenieras, diseñadores, doctores, , docentes pero todos tenemos dentro una pasión que alimenta nuestro espíritu, algo que además del amor hacia los nuestros, nos da más ganas de seguir, mas ganas de volver a hacer eso que nos conecta con esa cofradía de gente que nos conoce siendo libres, siendo uno.
Hoy estamos todos guardados, esperando por que esta tormenta pase, que el mar se calme para tirar anclas y armar el operativo, sentir el agua en el cuerpo y ese sonido a aire circulando por un regulador.
Esperando para estar en 3d flotando y sumergiéndonos lentamente, deleitándonos con colores, con fauna, con extrañas superficies que dan vida a otros microorganismos bajo ese gran manto celeste que cubre el planeta tierra.
Recordemos a los pibes que fuimos que tomando la leche manejábamos el mark 5, o piloteabamos el XL5 por el espacio, en mi caso siempre fuí un miembro más del nautilus, y estuve alli, entre copas de ron en la posada La Ballena Que Fuma cuando Ajav reclutaba gente para atrapar a Moby Dick.
Cuantas veces estuviste al lado del Capitan Scarlata combatiendo a los marcianos? Cuantas veces pediste un vesper martini, agitado no revuelto como lo hacía Bond? Cuantas veces despertaste besando la pared, soñando que besabas a Jackie Smith de los Ángeles de Charlie.
Millones de veces maneje la consola de Seaview con un vaso de leche en la mano, y otras tantas acompañe a Falco a equipar a Cousteau.
En esta tarde lluviosa, como hubo tantas otras en nuestra infancia, con una taza de café junto al monitor es que quiero agradecer, a Julio verne, a Mike Nelson, a Jacques Cousteau, Ian Fleming, Gerry Anderson y a todas esas personas que nos mostraron un mundo de fantasías y relatos en blanco y negro, y al que hoy casi cuarenta años después queremos volver a disfrutar, sin tener que imaginarlo solo verlo, pero no se puede.
Asi como se desarrollo esa jaula para ver al gran blanco, todavía no se inventó la vacuna para curarnos de esta peste que nos acosa, que no nos mata pero nos muere lentamente, asi que quedate en casa. No te queres tomar una chocolatada, tomate un whisky y por 30 minutos volve sentado en ese sillón a ser el pibe que eras cuando todas esas fantasías volaban de la tele o de las páginas de un libro, dale juga una misiòn más.
Cuidate, Quedate en casa.