Como diseñador, fotógrafo vocacional y escritor haciendo usurpación de título me están pasando cosas bastante gratas y cálidas, sobre todo de parte de los que mandan mensajes agradeciendo las notas, o pidiendo más, realmente son caricias que en medio de una crisis económica no te llenan los bolsillos, pero hacen algo mas importante, indicar que no vas por tan mal camino. Caricias que uno recibe a la distancia y con la mediatez de un monitor o un teléfono. Pero esta semana fue muy distinto, ayer pude palpar esto en vivo, y agradezco haber dicho sí a esta aventura.
Hace un mes más o menos, mi amigo Pablo Trilnik me llamó y me comentó que estaba por juntarse con su banda, Masoka, una especie de grupo mítico de la Patagonia, y que quería saber si yo le podía dar una mano con los videos que se proyectan en las pantallas de los recitales y hablando surgió la idea de hacer un corto de unos 10 ó 15 minutos donde la gente se adentre la patagonia, la soledad, el frío, los sonidos. Sin mas me tire a la pileta y realizamos PatAgónica 2.0. Ayer a la noche tocó Masoca y el Morán estaba que explotaba de gente, muchos patagónicos establecidos en baires y un contingente que vino desde Chubut y demás provincias.
Tonadas raras, pieles curtidas, todos con excelentes abrigos, y todos deseando por ver a su grupo favorito, la expectativa y el clima familiar reinaba en la sala, cada vez que uno entraba en el lugar llovían los abrazos y los cantitos Masoka, Masoka…
La sala que hasta hacía minutos estaba ardida de música incidental y loops de video que disparaba yo desde una computadora con intervenciones sobre elementos del sur, al apagar la primera luz entró en un religioso silencio, y allí arrancó el corto. Fueron 15 minutos de un respeto y un silencio que llenaban la sala, un silencio cálido, desde la consola podía ver sus caras y todos veían algo que conocían algo que los representaba, que sabían que era así, y los pocos no patagónicos estaban como presos de un viaje hipnótico hacia la desolación y el frío de nuestra patagonia.
Se terminó el video, se levantó la pantalla y allí explotó todo, una banda impresionante que no conocía, que sonaba como si nunca se hubieran separado y sorprendido de toda la gente cantando cada canción, como si estuviera sonando todos los días en la fm, pero no estuvieron sonando todo este tiempo en sus cabezas y llevándolos a esa juventud no muy lejana pero siempre dispuesta a emocionarnos y hacernos recordar momentos vívidos. El lugar explotó, una puesta de luces impecable, todo fue una fiesta y 120 minutos de rock patagónico al palo.
El show terminó, el frío no entro en ningún momento en el salón y comencé a caminar por la sala entre la gente y allí Cecilia y Agustín me abrazaron y felicitaron por el trabajo, «Fué un Flash, un viaje» y asi sin mas se me llena el estómago de emoción y no salen más palabras que mi estúpida expresión de asentir con la cabeza y decir por lo bajo “Gracias, Gracias”, y otra señora que estaba al lado de ellos cuando ellos me soltaron me preguntó “¿¿¿¿Vos hiciste el video????”, “Sí”, le dije y volvió a abrazarme y decirme gracias por traernos este recuerdo a la capital, y después otro saludo y así llegué a las 2 de la mañana con un nudo en la garganta una bola en el estómago y la camisa llena de dulces lágrimas patagónicas.
Se que en este contexto quizás el video pueda resultar vacío o sin sentido, pero bueno para los que no lo vieron, acá va PatAgónica 2.0 y para todos los que estuvieron allí, muchísimas gracias