Aquellos dorados días.

Una vez escuche que “La vida es eso que te pasa mientras estas ocupado haciendo otras cosas”, y este fin de semana parte de mi vida paso y yo estaba para variar, haciendo otra cosa.

Ya en la semana había tenido un anticipo, unas fotos que alguien publicó de las escaleras de la escuela, al contemplarlas ese día me parecieron normales tirando a chicas, y contrastaron bastante con el recuerdo que de ellas tenia y de esa primera imagen que me sorprendió cuando tenia 6 años, pasando por primera vez el umbral de la escuela y las vi sobre mi derecha, lustrosas, imponentes, casi comparables con las de las películas que me gustaba ver del imperio romano. Automáticamente empezaron a venir a mi memoria, los recuerdos, los afectos y los olores que marcaron mis primeros 7 años en la escuela. El olor del pasto con la escarcha de las mañanas en el invierno, el frío que calaba en los huesos cruzando lo que hoy es el Circulo y antes era un deposito de obras públicas. El olor del aserrín con kerosene que usaban para limpiar los pasillos mientras estábamos en el aula, la sensación cálida que tenia esa taza Durax ambar de té que Elsa le traía a la maestra de turno, nunca me gusto el té pero moría por esa taza a las 10 de la mañana, o el hipnótico aroma del café del termo azul de Lombardo, por una taza de ese café estuve dispuesto a matar, pero todavía no tenia la edad para hacerlo, solo la tenia para ratonearme con el aroma y la sensación de ese néctar invadiendo mi boca y saciando mi sed. El ruido de la tiza sobre el pizarrón, la frase mortal “de saquen una hoja; tema 1 tema 2”.  Los viernes y los folletos del Cine Las Vegas, creo que 2 veces en 7 años me gane el papelito rosa de entrada gratis. Los mismos viernes en que demoniaca y sistemáticamente decidían entregar los boletines cuando ya había orquestado un plan para ir al cine, jugar con alguien o simplemente andar en bici, todo quedaba aplazado como las notas de matemáticas, plásticas y actividades prácticas.

El kilométrico cabello lacio de la primera mujer que me enamoró, Cristina Semenzato maestra de primero y parte de segundo grado, el que tuvo que dejar por licencia de maternidad partiéndome por primera vez el corazón, recuerdo esos días en los que bebía bombones de licor Felfort para olvidar y caí en la dependencia de los chupetines topolín cuando descubrí que me engañaba con otro; su marido.

Recuerdo una charla de las tantas que tuve con el Sr. Homar, (mientras Lombardo por H o por B me mandaba a Regencia a que amolden mi atención y no me escape volando por alguna de los líneas de mis redacciones) en las que me dijo, Jorge ahora es una cosa pero cuando empieces la secundaria prestale mucha atención, vas a aprender mucho de la vida y vas a sentir la literatura con Alberto Soria. Siempre confié en Homar, el sólo sentir el ruido de su caminar por los pasillos, causaba el automático silencio, así que me quede sentado esa mañana allí esperando que encuentren lo que le tenia que llevar a Lombardo y esperando que me llegue la posibilidad de vivir eso.

Hoy al ver las imágenes del merecido homenaje que le rindieron a Alberto Soria, me di cuenta que así como ya no veía tan grandes las escaleras algunas cosas las seguía viendo igual o mas grandes, la franqueza de su sonrisa, el afecto de pares y alumnos y por sobretodo su grandeza. Ese gigante que con su metro sesenta llenaba el aula de luz, de la luz que otros nos habían apagado. Sentí la grandeza de aquel que nos volvió a inyectar el amor a los clásicos y vivenciar la literatura. Quizás fragancias no me vengan a la memoria cuando recuerdo sus clases, si la sensación de estar poniéndole las herraduras a Rocinante cuando leíamos párrafos del Quijote y gesticulaba como poseído por Cervantes, o sintiendo una mandolina y el ruido del agua que corria por alguna fuente cuando leíamos Lazarillo o La Celestina.

Pocos Profesores creo que influenciaron tanto nuestra vida como Soria, e hicieron que aun hoy sintamos ese amor por la escuela. Quizás mucha gente se asombró y emocionó al ver en el cine la Sociedad de los Poetas Muertos, pero quienes tuvimos la suerte de estar en sus clases sabemos que parte de esa película fue inspirada en las mañanas de la escuela cuando tiza en mano Alberto nos llevaba a recorrer esos mundos. No me quiero extender mas pero me viene a la memoria una cita de Brecht que dice algo asi como Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles, esos fueron Homar, Huga y Alberto personas indispensables en mi formación como persona. Salud por los años que vivió la educación de la mano de Alberto Soria y por la suerte que nos deparó la vida de contarlo entre nuestros formadores.

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