Ya hacía 10 días que no recibía tus mensajes. Mensajes que habían pasado de ser tu dulce voz agotando la capacidad del celular, para luego recibir otro más corto, aclarándome el mensaje anterior y dando paso a un tercero donde finalmente te despedías.
Esos mensajes ya hace tiempo que no los recibía. Desde enero eran unas palabras, un par de líneas. Pero lo entendía, y deseaba que vuelvan cuando estés mejor, cuando vuelvas a sonreír para todos. Pero sabelo, extraño esos mensajes, esas largas ceremonias.
Ayer un llamado puso fin a esa larga espera, y atrás vino otro mensaje, y otro llamado y todos me decían lo mismo: ya no iba a recibir más tus mensajes, ya no íbamos a charlar más sobre esas utopías que nos planteamos.
Lo que intuí con tu silencio, lamentablemente, llegó, y ahora estamos todos acá, vacíos, sin poder entender, algunos culpándome por el silencio que guardé, por ese penar que me contaste aquel día de noviembre.
Brindamos en tu nombre por la noche, con varios que te conocíamos, y que sabíamos que íbamos a extrañarte, hasta creo que escuchamos tu voz o tu sonrisa armonizando la velada en lo de Ingrid entre Malbec, Coltrane, empanadas y esa fugazzeta que tanto te gustaba, y nunca pude alcanzarte al teatro.
Hoy, la noche fue larga, muy larga, muy rara, pero quizás como le comentaste a Oli, sin querer y quizás por que estabas allí arengando a que eso sucediera, la última hora que compartimos fue una fiesta, y esa fiesta la protagonizaron Oli y les chiques de la 13, por los que tanto trabajamos para que puedan subir a ese micro, para realizar el viaje de sus sueños.
Los que pasaban y veían la escena no entendían, pero sentían que así debía ser tu despedida, cálida como vos. En 5 minutos, ese lugar se llenó de magia con el mayor de los respetos, pero con magia y sonrisas. Recordando anécdotas del viaje, riéndonos como si nada pasara, haciendo de ese momento una fiesta en el living.
Y allí estaba Nico el Rulo con su mate, Ale tirado en el piso como si estuviéramos en la playa, Agustín quejándose del aire, y sí rubia, a los hombres también nos agarran los calores. Paula, sacando fotos, Oli diciéndole a los que estaban allí que pasen, que se sienten con nosotros, que éramos los compañeros y padres de la primaria. Lucía buscando un lugar donde sentarse, y yo hablando boludeces, como es mi estilo.
Te cuento que sigo sin el valor para tomar las clases de Stand Up o comedia que tanto me pedías, pero sí te hice caso y me puse a escribir, para que más gente sepa lo boludo que soy, pero ahora me pregunto, ¿Para quién voy a escribir?, ¿Quién va a comentar con corazones verdes mis historias? ¿Quién me llenará el whatsapp con halagos?
Ya en casa frente al teclado, leo lo que escribías en el blog de viaje, y nunca pude agradecerte. Siento como todos, un nudo en el estómago, y miles de veces sale el ¿Por qué? y ¿¿Por qué?? y ¿¿¿Por qué???
Sabelo, pero Con las Patitas en el Agua, no hubiera llegado al papel si no hubiera sido por vos y Paula, que tanto insistieron para que les quede a les chiques el recuerdo de esos 7 días que vivieron juntos.
Bueno Silvina, no te molesto más, no te detengo más hacia donde quieras ir, sentí que me debía esta charla con vos, aunque tan solo fuese un monólogo, aunque sólo sea la voz de todos los vikingos diciéndote que te vamos a extrañar.
Chau Rubia, buen viaje, nos vemos en el Valhalla.