El fruto del pecado.

Un día se presentó sin su celular, sin sus Crocs, ni su habitual taza de café, y les acercó un plantín, Calamaro todavía no cantaba Estadio Azteca, y el gran Quetzalcoatl le regaló a los hombres el árbol de cacao, que años después se bautizaría con el nombre científico de Theobroma Cacao,  “alimento de los dioses”. Los miró a los ojos y les dijo algo así como “tengan cuidado, es más adictivo que la fafafa”, y se fue tarareando el hit de la época. 

El cacao fue uno de los alimentos más importantes de la sociedad azteca. Fue utilizado inclusive como moneda de cambio. Lo tomaban líquido y mezclado con especias. El resultado era una bebida muy energética, oscura, espesa y espumosa a la que llamaban “xocolatl”, nombre que poco difiere de nuestro “chocolate”.  De la mano del rubiecito con el corte carré llegó a Europa, y allí los suizos hicieron del chocolate, su imperio.

Debo confesar que nunca fui muy fan, de chico moría por el Aero de Noel Blanco y negro, copia vernácula del Suflair de Nestlé, que en esos dorados años 70 era muy superior, al menos para mí, al producto original; era menos grasoso, menos cremoso. Al biznike me dijeron un día que no lo podía computar como chocolate porque era 95% galleta, así que el Aero era mi preferido, y al cierre de Noel en plena dictadura, me quedé sin chocolate.

Mi relación con el producto que nos legó Quetzalcoatl nunca fue buena, hasta ahora. Estando en Café con Cuentos, una cafetería increíble, y sobre la cual escribí una nota hace un par de semanas, me llamaron la atención lo que pensé que eran cápsulas de café decoradas o imanes para heladeras, pero no, eran bombones, así que me puse en su búsqueda en redes, y nada. Había quedado maravillado por los colores, el brillo de los mismos, nada que ver con los bombones que estaba acostumbrado a ver en estos 52 años. Ya daba por perdido mi búsqueda del santo grial, hasta que hace unas semanas, visitando en Belgrano una feria de emprendedores, volví a verlos, y sin dudarlo compré una caja que desapareció en segundos. Maracuyá, Frutos Rojos, Menta, Ganache de Chocolate, Limón y Maracuyá con limón, y hablando con la pareja que los fabrica artesanalmente e interiorizando un poco más de los mismos, me dieron a probar uno de mate. Ya solamente de verlos uno quiere todos, eso que les dijo Quetzalcoatl a los Aztecas sobre la adicción en este caso es 100% cierto. El arte que ponen estos chicos en su elaboración es fruto de increíble, así me enteré que los bombones están decorados con aerógrafo, y que trabajan con cacao al 60, 70, y por encargue, al 80%. La cubierta de chocolate es suprema, pero los rellenos, son realmente lo que los destacan, una invasión de frutas frescas condensadas en la más dulce salsa, explotando de maracuyá, limón y naranjas. Para egoistas, un producto único, y para buena gente, un hermoso regalo que entra por la vista y detona en la boca. 

Búsquenlos como @cacaohari y no se dejen llevar por ese fruto del pecado que nos legaron los aztecas y tan bien trabajado está por esto chicos venezolanos, lavándole la cara a la bombonería de estas costas.

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